martes, 27 de enero de 2009

COSAS DE ENCINASOLA (III)



LA MATANZA Y EL FOLKLORE.

Fotografía: Hacia 1885. El peso del cochino antes de la matanza en un cortijo de Encinasola.

Sentencia el refrán: "A cada cochino le llega su San Martín".
San Martín se festeja el 11 de noviembre y por estas fechas, dependiendo de las características climatológicas de cada lugar, empiezan las matanzas tradicionales. Y en la Sierra de Huelva y en particular en Encinasola suele retrasarse unos días más, aunque luego se prolonga en el tiempo llegando hasta bien avanzado febrero.
La naturaleza es capaz de sorprendernos de mil maneras distintas pero, pensar que esos andares, ese gorjeo graso puede encerrar tan sabrosos, exquisitos y sápidos bocados parece, con perdón, obra divina, por encima de lo terrenal. Pero no, es la unión de una climatología adecuada, un encinar autóctono, un ganado selecto y la sabiduría de la gente serrana volcada en el empeño y necesidad de conservar los alimentos.
Parece probada la obtención y consumo de jamones de la Sierra de Huelva en tiempos de los romanos y durante la época visigoda[1]. Después, durante la invasión musulmana (711 – 1248), dado que éstos no consumen derivados del cerdo, desaparece y hay que esperar hasta la conquista cristiana del territorio serrano y las repoblaciones del antiguo Reino de León para que se restituya la tradición de la matanza.
Su desarrollo fue tal que dice Rodolfo Recio Moya al hablar de la Matanza casera en La Sierra:
“(...) En 1624, cuando el Duque de Medina Sidonia acogió a Felipe IV en el bosque de Doña Ana, se compraron doscientos jamones de Vizcaya, Rute y Aracena.
En nuestro Siglo de Oro, Aracena suena en toda España como el lugar privilegiado en este ramo de la alimentación. Así el sevillano Baltasar de Alcázar (1530-1606):

“... Alega Inés su beldad
el jamón, que es de Aracena,
el queso y la berenjena
su andaluza antigüedad...”
.
O Lope de Vega (1562-1635):
.
“Jamón presunto de español marrano

de esta famosa Sierra de Aracena
a donde huyó del mundo Arias Montano” [2]
.
Así, con el transcurrir de los siglos y la sabiduría popular, florece un arte alrededor del animal más tosco que podamos encontrar en el entorno, y se va conformando el ritual y la fiesta de la matanza familiar. A su vez, por las inmejorables condiciones naturales que ofrece la zona, se va perfilando una fuente de riqueza económica que actualmente es la principal de toda comarca serrana y de la que Encinasola, lamentablemente, se ha descolgado.
Para la matanza casera se reúne la familia más próxima, amigos, vecinos y a gozar de la fiesta. Se cantaba

Mi pobre cerdito,
lo gordo que estabas:
nos cuidas, nos alimentas
y nos sirves de algazara
. [3]

La matanza suele durar dos días y antes era habitual en toda casa pudiente.
Esta noche venga usted,
que tenemos chicharrones,
porque ha matado mi padre
un guarro de tres cuarterones.

En el folklore musical navideño no faltan referencias a la matanza y mucho menos al cerdo, que se asocia siempre a la grosería empleándose los muchos sinónimos que, utilizados peyorativamente, se le dan. Ejemplo de ello son estas coplas:
Si piensas que por verte
voy al “lejio”,
voy en “cata” los guarros
que se han perdido.
.
Si piensas, guarra cochina,
que por ti se ronda el barrio:
zangarrón de burro viejo
y espinazo de caballo.
.
A tu padre le han puesto,
tronco de encina,
a tu madre, bellota,
y a ti, cochina.
.
Y siguen las matanzas. Toda la gente no tiene la posibilidad de sacrificar el guarro porque dondeno hay, no hay. Habrá quien tenga que conformarse con otra cosa y tomarlo con gracia:
.
Esta noche y mañana
tenemos carne,
que ha matado mi padre
el burro grande.
.
Siendo tan común el cerdo y tan extendida la práctica de la matanza, el refranero cuenta con muchas referencias en ambos casos. Sirvan las siguientes muestras: .
.
"Con la ayuda del vecino, mató mi padre un cochino".
.
"Para el peor cochino, la mejor bellota".

NOTAS:
[1] “La matanza casera en la Sierra de Huelva”. Rodolfo Recio Moya. Narria p. 58. Museo de Arte y tradiciones Populares. Madrid, 1998.
[2] Item. p.59
[3] La recoge Amalia Bás Moreno en el artículo “Añoranzas” publicado en El Picón de abril de 1991.

martes, 13 de enero de 2009

COSAS DE ENCINASOLA (II).

LAS CORREDERITAS: UN RITUAL AMOROSO

Dice un refrán marocho:

Veinte de enero: San Sebastián Caballero
que saca las niñas a bailar y luego las mea.

El 20 de enero era el día en el que se iniciaban las correderitas: las niñas salían a bailar pero casi siempre llovía, San Sebastián las meaba que dice el refrán. En las esquinas y ensanches de calles y plazas, llegado el atardecer, se daban cita todos los jóvenes que formando un corro, cogidos de la mano, cantaban dulces y tiernas canciones de amor.

El hecho de que las correderitas comenzaran precisamente el 20 de Enero no parece casual. Este es el día de los Santos Mártires San Sebastián y Fabián, a cuyo honor está dedicada una ermita del pueblo, existiendo la costumbre de festejar el día de manera especial en numerosos pueblos extremeños próximos (Jerez de los Caballeros, Fregenal, Burguillos y Zafra, entre otros), en los que, tal como sucede en Encinasola, además de que se le dedica alguna ermita o iglesia, se conservan recuerdos de fiestas y romerías en su honor.

“Correderita” debe ser una evolución de corro, que es la forma de iniciar el ritual. También lo llamaban el “juego de la coliflor”. La expresión musical más característica, la primera canción que cantaban los marochos y marochas formando la rueda, era ésta:

A la correderita
me voy que vuelo;
porque me están llamando
con un pañuelo.
¡Y adiós, adiós!

Cantemos y bailemos,
muchachas mías:
que se nos va el antruejo
de la alegría.
¡Y adiós, adiós!

Amor mío, amor mío,
vuelve mañana:
que es muy larga la ausencia
de una semana.
¡Y adiós, adiós!

Anda vete, que es tarde,
moreno mío;
Dios sabe con la pena
que te lo digo.
¡Y adiós, adiós!.

En esta canción de cuatro estrofas, que se cantaban en este orden, nos encontramos alusiones muy concretas: la primera manifiesta el deseo y la prisa por marchar cuanto antes al lugar de reunión; la segunda se asoma a la forma alegre de entender las correderitas y la relaciona con el carnaval a través de la palabra “antruejo” (relativo a los tres días de las carnestolendas); la tercera, muestra el lamento de la mujer por la ausencia de la semana que los hombres permanecían en la Contienda sin venir al pueblo; y la última, la de la resignación, la pena amorosa. La música de esta canción, preciosa; su interpretación, lenta y pausada, como corresponde a las canciones de rueda que se cantan mientras se anda, sin dejar de girar.

La correderita era un ritual amoroso, pero también el inicio para la preparación del carnaval. En realidad, tal como se desarrollan las correderitas, de día en día, a medida que se acerca el Carnaval, iba apareciendo el tono satírico, creándose canciones que recogen los acontecimientos del último año, las pandillas abandonan su lugar habitual de reunión y se van desplazando de calle en calle, cantando y bailando; se forman las comparsas, las murgas... hasta desembocar en el Carnaval.

Otra de las canciones que se cantaba en las correderitas era esta:

Ya me he vuelto ceniza,
mi vida y mi bien;
cuerpo salado, déjate querer.
Ya me he vuelto ceniza,
ya peso menos;
que no, que no me dejes, no.

Ya peso menos,

desde que me miraron,
mi vida y mi bien;
cuerpo salado, déjate querer.
Desde que me miraron
tus ojos negros,
que no, que no me olvides, no.


Recuperar el ritual de las correderitas, rememorarlo, es otro reto para los que amamos las tradiciones heredadas de nuestros mayores.